Sobre “Sophos Interbio”

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No consideramos casualidad que Corrientes contribuyera particularmente al origen de INTERBIOESTRATEGIA. Su extensa, variada y casi intacta naturaleza convierte a la provincia en reservorio de recursos naturales que deberían ser protegidos por legislación medioambiental.

 

Sus recursos culturales y humanos, procesados en una larga historia de mestización y tragedias militares se incrementaron y diversificaron con estructuras en las que cabe el calificativo ecológico.

 

Su demografía, de aparente escasez, es comprobadamente de una potencialidad inusual (altas tasas de natalidad y suave mortalidad) (1) situación poco explicada, siendo insuficientes para ello, factores étnicos, culturales, sanitarios e históricos separados de los factores medioambientales.

De Martìn Alvarenga a Interbioestrategia

INTERBIOESTRATEGIA I.B.E. AGRADECE AL Sr. MARTÌN ALVARENGA POR SU APOYO Y AYUDA DESDE SUS PRIMEROS INDICIOS DE FUNDACIÒN, GRACIAS POR SER PARTE DE NUESTROS PROYECTOS!!

GESTIÒN I.B.E.

"ECOLOGÍA: CAMINO A LA CONVERGENCIA DE LO HUMANO HACIA LO CÓSMICO (MARTÍN ALVARENGA /Especial para INTERBIOESTRATEGIA")

En el Siglo XXI, el centro inquieto e irradiador está en la ecología, allí donde pueden generarse todas las dudas, interrogantes y desasosiegos de la humanidad en este prólogo del tercer milenio.
Espacio natural y espacio vital como preservación, desarrollo sustentable y búsquedas alternativas en la economía, la sociología y la política, el arte y la ciencia, tamizados por el filtro de una filosofía no sólo hacedora de conceptos sino también como generadora de símbolos inherentes a la sensibilidad y a la empatía. Todo convoca a hallar pistas para descubrir una respuesta contigente, paulatina y eficaz con la finalidad de proteger el medio ambiente y apostar por la convivencia sin renunciar a la subjetividad individual y colectiva.
Entonces nos preguntamos, ¿cuál es la clave para el cambio? Esa clave está en la interioridad del hombre, esa interioridad que ayuda a ser develada a través de una educación para el bienestar distributivo, un entrenamiento sin pausa y sin prisa para libertad y un nuevo concepto en cuando a equilibrio social, erradicación de la violencia entre los actores de la cultura y la comunidad, neutralización del armamentismo y las drogas, de las guerras por futuras explotación y motivos geopolíticos que no tienen excusas, promoción de los más débiles ante el abismo del abandono de persona; las empresas de la prostitución coactiva, el contrabando de órganos, una enorme lista de asignaturas pendientes que tendríamos que asumir interiorizando nuestra vulnerabilidad y paso circunstancial por la vida.

Camino del Origen y el Sentido Parte I

En esta primera parte del ensayo “Corrientes, camino del origen y el sentido” PROYECTO DEL MESTIZAJE CULTURAL el escritor y periodista Martín Alvarenga toma a su provincia y habitantes y los somete a análisis de su evolución histórica cultural, étnica y sociológica hacia una identidad que cree necesario adaptar tanto a si misma, como al mundo, con el fin de que manteniendo su originalidad (proteiforme) se integre como comunidad perteneciente al resto del orbe.

 

En base a este modelo sobre su tierra, Martín Alvarenga propone a los lectores de INTERBIOESTRATEGIA la proyección de estos conceptos hacia un planeta que, necesitado de integración de la especie humana con los demás elementos del medio ambiente, podría hallar una bella y saludable identidad.

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FIESTA AFRODISÍACA

Autor: Martín Alvarenga

Cuando el mediodía desnuda todos sus soles y éstos se desprenden hacia un gigantesco ojo de agua, nace la siesta correntina, oscilando entre la fugaz serenidad del invierno y la inclemencia perenne del verano que, de una zambullida, emerge mostrando su satinada sexualidad en busca de aquel espíritu salvaje apalabrado por los antiguos dioses.                                                                                                                                         

La luz atómica y mítica se proyecta sobre la humedad, la floresta y los precipicios del líquido cimarrón acicateado por cuarenta y cinco grados a la sombra  mientras, allí mismo, la botánica caníbal –totalmente fosforescente? es un vivero alucinante  que espejea por doquier al disparar el éxtasis y el pánico, el infortunio y la ventura.                                                        

En la hora estirada hasta lo ignoto se debaten el mundo animal y vegetal,  en tanto la verdulería impulsiva de la selva brilla por dentro, desnudando sin piedad sus mundos imaginarios.                                                                                                                                    

Allí comienza a parir el subtrópico su mestizaje entre historia y ficción, dando manotazos de ahogado para resucitar en el remolino de la vida, desde esa nervadura inquieta de su fuerza interna engendradora de manantiales.                                                   

La siesta es la metáfora de lo desaforado y exultante, la sombra de los árboles protege, mientras alguien – quizás un genio de esa usina de originalidades – se pasa de raya y alcanza el tope del frenesí y la prudencia.                                                                         

Puede que sea un  meteoro afrodisíaco y termine expandiendo su caudal de fiebre y pasión en una mecha encendida que arde en todos los confines. En la galaxia nativa, devorada por la estupefacción, un perfume voluptuoso bendice la castidad de la tierra fecundada.

                                                                                           

AGONÍA DEL SURUBÍ

Autor: Martín Alvarenga

Costó sacarlo de aguas profundas; tres pescadores, a bordo de una canoa grande, lucharon a brazo partido hasta levantarlo con el riesgo de que la primitiva embarcación se diera vuelta y cayeran al río, a la altura de punta San Sebastián.

Era un surubí manchado, con su trompa chata y cuadrada, cubierto de lunares, que se revolcaba en la parte libre de la superficie estrecha de madera, a cielo descubierto, con el comienzo de una muerte lenta en pleno día.

Al ver salir al pez de las aguas, el pescador disparó un sapucái.

—Este bicho debe pesar unos quince kilos —comentó otro de los pescadores.

—¡Esto es para celebrarlo, chamigo —festejó un tercero.

—De esto casi ya no quedan en el Paraná —comentó el que lo sujetaba, hasta que el pez perdiera de una vez sus fuerzas, luego de una empecinada resistencia.

Los tres hombres estaban agotados y el júbilo no menguaba ante tamaña y codiciada presa.

Y el surubí seguía latiendo, su trompa se estremecía; sus aletas apenas se movían; su cola trémula se iba aletargando.

Nadie escuchaba al surubí en su idioma de silencio, ese idioma que sólo se habla a través de un murmullo imposible de escuchar.

Ni el mundo ni los hombres sabían aún que el manchado se estaba muriendo. Tampoco se enteraban de sus últimas voces que le salían de su bocaza por goteo.

 

No sé qué hice yo para merecerme este dolor. Yo no busqué esto que estoy sintiendo ahora. No sé lo que es morirse, no sé lo que es pensar, no sé por qué me clavaron en la boca semejante anzuelo; no sé por qué en la represa quedan atrapados mis hermanos y la parentela de esta agua dulce ahora casi envenenada. Yo no comprendo cómo es el río y menos comprendo a éstos que caminan con dos pies y se dicen hombres. Pero me han contado otros peces del Paraná que no van a parar hasta que no quede vida entre las aguas.

No sé dónde voy pero sé que me estoy yendo, no lloro sólo por mí; mi tristeza que me aleja de estas aguas es por aquéllos de mi especie que correrán la misma suerte. No saben estos hombres, animales de agua como nosotros, que el despilfarro tiene un aguante. No saben, de tan necios y tercos, que ellos también serán cazados con un anzuelo y tendrán una represa en la que terminarán muriendo con la misma desesperación con que yo comienzo ahora a aprender lo que es la muerte.

Por MARTÍN ALVARENGA

 

 

EL ÁRBOL DE LAS PALABRAS-ALMAS

Autor: Martín Alvarenga

Soy un árbol con varias savias que laten milenariamente, un árbol mestizo, fruto de la decisión de Ñanderú. Por su sublime voluntad tengo el rosa del lapacho, el violeta-lila del jacarandá, la fronda de sangre y fuego del chivato y la nobleza y la templanza del cedro.                                                                                                                  

Soy la metáfora del hombre y del universo: mi raíz es el nacimiento de la naturaleza, mi tronco invulnerable y mi sombra protegen la vulnerabilidad del hombre, mis ramas aéreas que se juntan me unen pacíficamente con el canto de las Divinas Palabras, que se alojan en las habitaciones del mundo de arriba, que muchas veces descienden y habitan el mundo de abajo, para preservar el último aliento de la vida, muchas veces depredado por el mejor amigo de Dios, el hombre, que se convierte en el peor enemigo de lo divino al talar, con ambición desmedida, todas las criaturas vegetales que nacen en la Patria Mítica.                                                  

El hombre es una criatura soberbia, confundida entre la violencia y la ternura. Desconoce o no recuerda que soy el Árbol de la Vida; cada una de mis hojas y las sucesivas pieles de mi tronco, el idioma vocinglero de mi raíz y el silencio sonoro y bilingüe de las palabras que brotan de mi pellejo, hablan de mi linaje vegetal y animal, humano y sobrenatural.                                                                                        

Cuando un hombre o un niño me solicitan, con prudencia, toman para sí algo de mis flores y mis frutos, les concedo la gracia derramando sobre ellos las palabras-almas por el camino del silencio. Fluyen mis voces en coro y celebro con todos los mundos que flotan en el espacio transmitiendo la alegría de la vida, más allá de la crueldad y la codicia.                                                                                               

Ahora siento un sorpresivo dolor en el nacimiento de mi vida. El zumbido eléctrico de una sierra dentada me va atravesando el alma; de mi vida queda un instante más efímero que el mismo relámpago. Siento el eco remoto de mi cuerpo que se desploma y, con el último temblor, vislumbro la fuga de las palabras-almas en busca de otro refugio para que la vida continúe.

ÁRBOL SAGRADO

Autor: Martín Alvarenga

El lapacho, profecía de la primavera correntina, el árbol de la celebración fugaz del instante y la melancolía de lo efímero. En su fronda armoniosa, refulge con timidez la hegemonía del rosado, con la levedad que se expresa en una palpitación visual lila, mimetizándose en su orgullosa cabellera, en su ondulante y cautelosa silueta, en su raíz tan metida en la tierra como los amantes fusionados en sobredosis de pasión y locura, de castidad y hedonismo.                                                    

Este árbol representa la elegía de la feminidad, ésa que la mujer posee en la juventud y la madurez y que, al llegar al ciclo otoñal, languidece parsimoniosamente. Pero la significación de esa arborescencia en cada una de sus hojas aglutinadas en un punto dinámico, se extiende al hombre y a la vida toda, pues su poder semántico alcanza a cubrir el horizonte de todo el andamiaje de la arquitectura del cosmos, en simbiosis de aniquilación y renovación.                                   

El lapacho no es más que la síntesis de la precariedad y la vulnerabilidad del universo. Por eso, cuando anuncia la primavera nos advierte, con franqueza y generosidad:                                                                                                            

?¡Escúchenme, estoy aquí sólo de paso, con la magia de mi esplendor! Gócenme mientras puedan; si no lo hacen, les será privado de no pocos momentos perfectos. Suban al vehículo de mi transitoriedad, pues si esperan más de la cuenta, el tren de la vida se llevará impiadosamente mi belleza.

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