¿Es Posible Vivir Así?
INTERBIOESTRATEGIA I.B.E.
CORRESPONSALÍA GENTILEZA DE
RENACE INFORMA
Red Nacional de Acción Ecologista de la Argentina
Con el corazón en la boca
La energía nuclear somete a los pueblos a vivir con el espanto. Sirenas acostumbradas a avisar derrames radiactivos que no distinguen simulacros, pastillas de yodo permanentemente al alcance de la mano, protocolos de seguridad insuficientes, y el miedo, sospecha instalada al saber que no toda la verdad es transmitida y que no siempre suenan las bocinas anunciando escapes radiactivos considerados menores.
¿Es posible vivir así? Puertas y ventanas cerradas, rendijas selladas, y en algunos casos instalados en sótanos herméticos, incomunicados por tiempo indefinido, ignorando cuando “concluirá el bombardeo”.
No hay sitio con planta nuclear en el planeta que no emita escapes radiactivos al ambiente. No hay central atómica o instalación nuclear relevante que no haya colapsado en algún momento. Se dirá -como siempre- que el impacto es insignificante, se ocultará que la radiación es sutil, sin olores que la declaren, sin color, formas, dimensión, pero girando caprichosamente en la campana bioesférica del planeta. Se evitará informar que la radiación es acumulativa, axioma que la define como la primera causa mutante, que habrá de sumarse en mínimas dosis a la ya capturada por nuestro organismo en las células de información genética. Se la intentará comparar con la radiación de fondo y dirán que es menos peligrosa que la placa radiológica del dentista.
De inmediato sobreviene el silencio oficial, una alfombra cubre las instalaciones dañadas y “confirmarán” que no ha pasado nada; reconocerán sin turbarse que muertos y contaminados son inmolaciones inevitables del progreso, a pesar de territorios perdidos para siempre, inhabitables por milenios, ecosistemas alterados, como el japonés de Fukushima o el ucraniano de Chernobyl.
¿Es posible vivir así? Los habitantes del pueblito francés de Codolet, o los de Chernobyl, Fukushima o Three Mile Island, saben ahora que la rutina de las sirenas puede ser el aviso tardío a efímeros sobrevivientes.
Esta vez la señal “no era para los habitantes franceses del municipio de Marcoule -se les dijo- sino para los empleados de la planta”, relativizó el funcionario. Codolet es el dormitorio de trabajadores del depósito y de la planta de reprocesado de residuos radiactivos, fábrica de las primeras bombas atómicas francesas, también centro de investigación y producción de combustible para centrales nucleares, con óxido de uranio y plutonio; se halla a orillas del río Ródano que vierte en el Mediterráneo, cloaca de la Europa ancestral, colapsada hoy por la caída de las bolsa de valores y una economía neoliberal agonizante; en ese marco el fantasma de la radiación es otra realidad.